sábado, 7 de mayo de 2011

El Pueblo Británico No Quiere Proporcionalidad

Sábado 7 de mayo de 2011.
La noticia de que un proyecto de los liberal-demócratas británicos para sustituir el actual sistema electoral uninominal (first-past-the-post )vigente en el Reino Unido, por otro que introduzca la proporcionalidad, haya sido ampliamente rechazado en un plebiscito, donde un un 68% votó por mantener el sistema actual, debería hacer meditar a quienes son, por auto designación, los tutores de la democracia chilena.


En efecto, ellos han estado desde hace mucho tiempo clamando por derogar el sistema binominal y reemplazarlo por otro proporcional. Incluso, en uno de sus despliegues más notables de contorsionismo político, el entonces candidato Sebastián Piñera ofreció al Partido Comunista propiciar tal reforma, según lo reveló en 2009 el actual diputado de ese partido, Guillermo Teillier. 
Pues éste, aparte de cultivar vínculos con las FARC y la CAM, también dedica tiempo a estudiar la manera de que su colectividad obtenga cargos de representación popular sin tener suficientes votos, cosa que le deniega el sistema binominal pero sí podría granjearle uno proporcional. De momento, la DC y el genial Eduardo Frei se lo posibilitaron en 2009.

Por otra parte, los críticos del binominalismo consiguieron consagrar la proporcionalidad en las elecciones municipales, pero se encontraron con la sorpresa de que los resultados de las mismas no resultaron sensiblemente distintos de los que arrojaban las elecciones parlamentarias sometidas al sistema binominal. Todo cacique político, aunque tenga pocos indios, aspira a formar un partido propio, cosa que no le resulta posible bajo un sistema mayoritario, pero sí habiendo proporcionalidad. Si ésta se consagrara en las elecciones parlamentarias, a corto plazo tendríamos un mutipartidismo desatado.


El resultado del plebiscito británico revela que los anhelos de consagrar semejante sistema no son del pueblo elector, sino de los políticos profesionales y sus partidos, que siempre han preferido evitar el sufrimiento de tener que repartirse pocas candidaturas, como son las que ofrecen los sistemas mayoritarios. 
Para la conveniencia de los países y la convivencia democrática son mucho más efectivos dichos sistemas, como el uninominal y el binominal, porque les dan estabilidad y orden, reducen las posibilidades negociadoras de los políticos profesionales y hacen desaparecer las posturas extremas. Unas y otras resultan maximizadas cuando hay muchos partidos, pues hasta los más pequeños entre ellos eligen cargos y pasan a ser decisivos en las votaciones parlamentarias estrechas (son el fiel de la balanza), y de este modo pueden negociar muy rentablemente.


Lo que debe reformarse en el sistema electoral no es, pues, su carácter mayoritario, sino el oligopolio que la legislación garantiza a los partidos políticos, del todo inconstitucional, porque la Carta dice que los independientes y los partidos tendrán los mismos derechos en las elecciones. 
Esto, en la práctica, no es así, porque las leyes electorales no han respetado esa igualdad consagrada en el precepto constitucional y les han dado privilegios a los partidos, que les garantizan exclusividad en el manejo de la autoridad política.


Sin duda, si el sistema binominal operara simultáneamente con una legislación que diera los mismos derechos a los independientes (es decir, a cualquier ciudadano) que a los militantes de partidos y a los partidos mismos, en la presentación de candidaturas y en los escrutinios, el régimen electoral sería mucho más democrático.
Ésa debería ser la reforma electoral para perfeccionar nuestra democracia. Lamentablemente, no llegará a ser propuesta, pues nunca los partidos admitirán que siquiera se discuta un proyecto que les signifique perder el control que hoy tienen de los poderes públicos por la vía electoral.



Publicado por Hermógenes Pérez de Arce.

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