viernes, 16 de mayo de 2008

DEBO TOLERAR A OTROS COLUMNISTAS.

Hermógenes Pérez de Arce. Miércoles 14 de Mayo de 2008


Leo en "Sábado" ("El Mercurio", 11.05) al columnista Francisco Mouat refiriéndose a dos jóvenes "quemados": "...fueron interceptados por una patrulla militar que los detuvo y persiguió... Los tiraron en la calle, los golpearon con las culatas de los fusiles, los rociaron con parafina, les prendieron fuego y contemplaron la escena macabra".

Pero la resolución del 23 de julio de 1986 del ministro en visita extraordinaria, Alberto Echavarría Lorca, dice: a) Que Rodrigo Rojas Denegri y Carmen Quintana Arancibia fueron detenidos, el día 2 de este mes, por una patrulla militar que aseguraba el libre tránsito de vehículos, reteniéndoseles transitoriamente en el lugar de su aprehensión, uno al lado de la otra y próximos a elementos de fácil combustión, combustión que se produjo debido a un movimiento de la joven y la caída y rotura del envase de uno de esos elementos, causando quemaduras graves a los dos y posteriormente la muerte del primero".

La verdad fue, pues, que los militares no los quemaron: los apagaron. Debido a esto, un cabo resul-tó quemado a su vez. Y los jóvenes portaban los elementos incendiarios. Los militares protegían a la ci-vilidad de ellos. Entre muchos atentados izquierdistas de ese tiempo, cabe citar el incendio de un micro-bús en San Diego esquina Cóndor, el 26 de marzo de 1986, tras el cual quedaron con quemaduras graves la pasajera Elsa Rojas Oyarce y su hija Rosario Navarro Rojas, de dos años; y el de un taxibús, en el que murió la pasajera Ana Gajardo Ramos, el 13 de mayo de 1984.


La patrulla no tuvo conciencia de la gravedad de las quemaduras de Rojas y Quintana y accedió a la petición de ambos de ser liberados, en lugar de llevarlos a un hospital, donde corrían riesgo de detención. Mala decisión: quien la comandaba, el joven teniente Pedro Fernández Dittus, estuvo casi dos años preso por cuasidelito de homicidio.

La izquierda siempre ha recurrido a la violencia y quebrantado las reglas. Hoy recibe indemnizaciones por haberlo hecho en el pasado y prebendas económicas por seguir haciéndolo. Los militares la derrotaron y restablecieron la democracia. Hoy van a la cárcel por eso. No volverán a salvarnos, obvio. Y la historia la reescribe la izquierda.
Y reescribe otras cosas.

El columnista
Carlos Peña, que cuenta con mi aprecio, lo pone a prueba en carta donde afirma que Hayek y Friedman dieron "razones a favor de una política social como la que aparece en el Informe Meller", añadiendo: "Lo misterioso es que la derecha -que decía leer a esos autores- lo había olvidado".


¿Dónde la viste, Carlos? Hayek se pronunció contra la intervención en el mercado del trabajo, abogando por una menor sindicalización: "... los sirvientes domésticos, sector notoriamente desorganizado... cuyos salarios medios anuales... eran 2,72 veces más altos que en 1939, mientras que... los salarios de los obreros del acero, totalmente sindicalizados, sólo incrementaron 1,98 veces el nivel inicial" ("Los fundamentos de la libertad", p. 300).

Y Friedman no le iba en zaga: "La alta tasa de desempleo juvenil, especialmente entre los negros, es un escándalo y una seria fuente de desasosiego social. Empero, es una consecuencia en su mayor parte de las leyes de salarios mínimos" ("Libertad de elegir", p. 329).

El Informe Meller no promueve la libertad laboral que propician Friedman, Hayek y la derecha -la verdadera derecha-, en la convicción de que favorece a los pobres. Apenas insinúa un impuesto negativo a favor de los necesitados, que interfiere menos el mercado.

Bueno, debo tolerar las opiniones de mis colegas columnistas, aunque sea con la misma dificul-tad con que, supongo, ellos deben tolerar las mías.

Fuente: "El Mercurio". Chile.

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