Miércoles 06 de Febrero de 2008
Hermógenes Pérez de Arce
9.10.73: el comandante de la guarnición de Antofagasta, general Joaquín Lagos, convida a cenar y a alojar a su casa al general Sergio Arellano, cuya comitiva ha llegado ese día. Lagos se extraña de que un coronel de la comitiva, amigo suyo, no llegue a cenar, pues lo había convidado. A las once y media, Lagos y Arellano, tras una "night cup", se van a dormir. A la misma hora, el coronel ausente y otro del regimiento local sacan a 14 presos de izquierda de la cárcel, los suben a un camión, trasladándolos a la "Quebrada del Uay", donde son ejecutados. Gendarmes, tenientes (entre ellos uno de apellido Santelices) y suboficiales obedecen, sin saber de qué se trata.
20.10.73: Arellano despega de madrugada hacia Calama, ignorante de todo. Tras aterrizar se dirige a la fábrica Dupont de Chuquicamata, donde habían robado explosivos. En su ausencia, se produce otro fusilamiento masivo. A su regreso, al enterarse, vuela consternado a Antofagasta, donde presenta al coronel responsable (el mismo del día anterior) ante el comandante de la guarnición, que tenía las atribuciones de juez en la zona. Pero éste se niega a procesarlo. Él y los demás responsables son amigos suyos. Peor, emite un comunicado ¡justificando las muertes en nombre de la Junta! Cuando Pinochet aterriza allí días después, Lagos acusa a Arellano y pide ser pasado a retiro. Pinochet se lo niega y, sólo con la versión de Lagos, intenta en vano interrumpir la gira de Arellano.
1987: el juez del crimen de Antofagasta, ante una querella, investiga los hechos, que quedan claros, y aplica la amnistía. Allí está el testimonio de Lagos, ya largo tiempo retirado, confirmatorio de su propia inocencia y de las de Arellano y Pinochet.
1990: el Gobierno y la justicia caen en manos de la Concertación. Dejan de aplicarse las leyes de amnistía, prescripción y cosa juzgada. El juez Juanito Guzmán se aprovecha y se hace famoso mundialmente procesando a Pinochet por Antofagasta, Calama y, en general, todo lo que le piden los abogados comunistas.
1999 y siguientes: mi libro "La verdad del juicio a Pinochet" y, poco después, "De conspiraciones y justicia", de Sergio Arellano (hijo), documentan el escándalo judicial.
2008: la Presidenta canta la Internacional Comunista (¡se la sabe perfecto!) ante el féretro del fundador de una asociación ilícita comunista (FPMR) que entrenaba en Cuba a jóvenes chilenos para venir a matar compatriotas (p. 186 de las "Memorias" de Orlando Millas). El patetismo presidencial sólo es superado por el de Sebastián Piñera, presidenciable de derecha, para quien el difunto fue "un gigante entre los chilenos, que será parte del patrimonio de nuestro país" ("La Segunda", 30.01.08). Patriótico asco estomacal.
Hoy, la mayoría de los jueces y las cortes baila al son que le tocan los abogados comunistas. Los militares no se atreven (nunca se atrevieron) a defender la legalidad y, por tanto, han devenido el sector más abusado de la sociedad. Los penales se llenan de uniformados-presos políticos. El ex teniente y ahora general Santelices, inocente de lo de Antofagasta, renuncia "voluntariamente" y se convierte en exonerado político, tras una mise-en-scène periodístico-judicial ya conocida y una adecuada torcedura de brazos.
Nos acercamos a los dos mil millones de dólares pagados a la extrema izquierda como indemnización por no haber podido convertir a Chile en otra Cuba. Y el único sector que podría contrarrestar el abuso judicial y económico y el lavado de cerebros, la derecha política, sigue clínicamente muerto o, peor aún, es imagen y semejanza de Sebastián Piñera.
Es para ponerse a llorar a gritos como mujeres lo que...
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